Hoy, lunes 7 de agosto, cumple 90 años el Club Social y Deportivo Madreselva, fundado en 1933 por un grupo de vecinos que, seguramente, no imaginarían la significación que esa institución alcanzaría para todo un barrio que la tiene como emblema.

El primer presidente de aquella comisión provisoria conformada el 7 de agosto de 1933, fue Nicolás Manzioni. Y el sábado 11 de noviembre del mismo año, se celebró la asamblea extraordinaria que eligió la comisión directiva definitiva, siendo Genaro Dinomo el primer presidente del club, con Juan Carlos Dupraz como vice, Rogelio Campopiano el secretario y Roberto Casani el tesorero.

La primera sede fue en el inmueble ubicado en calle Mitre, frente a la actual casa del rojinegro, que era propiedad de Miguel Adobatto, miembro de la comisión.

En 1971 se adquirió el predio donde se construyó la actual sede del club. Y en el año 2010 se cumplió el sueño del estadio propio, el “Luis Caracoch”, que hace muy poco sumó la iluminación, otro logro de la institución.

Osvaldo Toto Cagliari es su actual presidente, el fútbol su deporte principal, también tiene representantes en el atletismo y en la pesca, y una actividad social que se fue acrecentando con el paso de los años.

EL TANGO QUE COMPUSO MARIANO CANEGALLO

En el año 2006, el escritor local Mariano Canegallo se inspiró impecablemente para concebir esta letra de tango dedicado a Madreselva.

Rocío malevo

Yo soy de un barrio malevo,

rociado de madreselvas

de la luna en cada esquina

meciéndose de un farol.

Y de la luz que abrazaban,

las históricas contiendas

del potrero, de una copa

y de una riña por vos.

 

Del poro que se gana

en un punto de baraja,

y de un guante entre las cuerdas

que la campana ordenó.

De la hinchada, la gambeta,

y de un sueño en mi garganta

que te dice ¡Madreselva!

cada vez que grito un gol.

 

Yo soy de allí, con orgullo,

hasta el final de mis días,

tengo negro y rojo el pecho

y fuego en mi corazón.

Que me quema cuando paso

del otro lado é la vía

donde el viento me regala

el aroma de una flor.

 

Del club que ganó su fama

por su inmortal sentimiento,

un cielo lleno de estrellas

que adormecieron al sol.

Dejó en las noches del barrio

colgado como de un cuento,

las madrugadas del alma

y en el ocaso, mi voz.

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