El terremoto es una buena analogÃa para charlar de estas cosas.
La palabra terremoto nos evoca muchas experiencias. El terremoto revela las fallas: las cosas y las casas no se parten en cualquier lado, sino donde habÃa una falla oculta, invisible.
Por eso te invito a pensar en el después, por ejemplo, de esta pandemia. Después de haber visto terremotos pequeños o grandes, sabemos que vienen muchÃsimas tareas: que es la contención de los damnificados, el acompañamiento de las eventuales vÃctimas. Pero también hay tareas que tienen que ver con demoler todo lo que no sirve más, porque se dañó definitivamente.
Y hay cosas que no tendrÃan que haber sido nunca construidas en ese lugar, o de esa forma. Y viene la tarea de apuntalar. Hay algunos edificios que se salvan, que son salvables, que no están para demolerlos completamente, pero hay que hacerle arreglos.
Después vienen tareas de reconstrucción completa, de cosas que quedaron sobre el piso y que hacÃan falta. Después hay un ejército de gente invisible, que son los ingenieros, los arquitectos y constructores, que se dedican a revisar las reglas para construir, para que no vuelva a suceder, los códigos de construcción del colegio de ingenieros.
Esta energÃa está linda para pensar en nuestros procesos individuales, familiares e institucionales: qué cosas se cayeron y ojalá que se puedan volver a levantar… porque estaban construidas mal o en lugares equivocados, apoyadas sobre fundamentos equivocados. Y qué cosas hay que apuntalar, pero hay que estar atentos porque quedaron frágiles. Y qué cosas hay que repensar a nivel de las reglas de construcción.
Se ha hablado mucho de las reglas de conducción, de liderazgo, de la palabra, del intercambio. Me parece linda la metáfora para seguir sacándole punta, cada uno desde su situación de vida, cada uno según sus responsabilidades. ¡Bendición a cada uno de ustedes!