Con una misa muy emotiva, el Padre Roberto Giecco, sacerdote emblemático de toda la Arquidiócesis de Mercedes-Luján, celebró sus 60 años de sacerdocio.
Fue en la mañana de este viernes en el Templo, y la presidió el Arzobispo de Jorge Eduardo Scheinig, participando además el Párroco Claudio Mosca, los curas lobenses ordenados cuando Giecco fue Párroco, Carlos Olguín, Luis Jáuregui y Daniel Bevilacqua; y también estuvieron los padres Javier Sánchez, Pablo Badano, Daniel Guerra, Lucas Figueroa, Ricardo Rodríguez, Federico Telles, Manolo Andriola, Darío Klin, Luis Alvarado y Hernán Lucía, entre otros.
En su Homilía, el Arzobispo remarcó que “cuando celebramos 60 años de un sacerdote, lo primero que veo es la obediencia a Dios volcada en el camino de la vida”.
“Sacerdotes como Roberto tuvieron que cargar sobre sus hombros un desafío no menor, el Concilio Vaticano II fue un cambio muy grande, y estos sacerdotes tuvieron que ingeniárselas para promover esta renovación”, agregó.
“Gracias Roberto por esta entrega, le damos gracias a Dios por la obra que hizo en vos”, manifestó el prelado.
Por su parte, quebrado por la emoción, el Padre Roberto expresó: “tengo que agradecer tanto a Dios y a la Virgen, a mis hermanos sacerdotes que me han acompañado, los que me han formado, los que me han enseñado a aprender a ser cura, y por supuesto a mi familia”.
“Yo he dejado aquí 50 años, y fue muy hermoso porque si me quedé es porque me sentía cómodo y acompañado, sino me hubiera ido mucho antes, es como que me aquerencié, y Lobos se hizo mi familia”, recordó.
Admitió que “es cierto que soy pre-conciliar, fui sacerdote en el 60, y el Concilio empezó en el 65, así que la pucha si tuve que cambiar, tuve que buscar cuál era la voluntad de Dios, y muchas veces me costó lágrimas, incertidumbre, temores, angustias, y también me llegó la tentación de irme, de dejar el sacerdocio porque todo estaba muy complicado. Pero Dios me protegió, me dio perseverancia”.
“Y tengo que pedir perdón porque ustedes han tenido la oportunidad de comprobar mi carácter, bueno en algunos aspectos pero también negativo en otros, cabeza dura, poco agradecido. Perdón si he dado mal ejemplo, malas contestaciones, si no he tenido paciencia, si no supe esperar a los más rezagados, perdón por mi orgullo, por mi prepotencia, porque a veces no supe dialogar con los curas, muchas veces me corté solo y me consideré superior a otros”, afirmó Giecco.
“Muchas gracias por todo, que Dios los bendiga”, concluyó para luego recibir un sentido abrazo de cada uno de los sacerdotes que lo acompañaron en esta celebración tan especial.