Estamos llegando al cierre de un año impensado, totalmente inesperado, inimaginablemente duro, difícil, cruel, que tuvo como protagonista a un virus que enluto a muchas familias, que postergo sueños y logros, que dejo maltrechos a productores, comerciantes, empresarios, hombres y mujeres de nuestra patria chica que, al igual que en todo el país y en el resto del mundo, fueron impactados personal, social, económica y psicológicamente de manera impresionante.

Un año en el que los hombres y mujeres que eligieron con auténtica vocación dedicarse a la atención de la salud, alcanzaron un protagonismo que nunca imaginaron, y fueron los ángeles custodios de todos nosotros, entregando más de lo que sus fuerzas podían brindar, porque entregaron el corazón en cada atención, en cada tratamiento que iniciaron, en cada vida que salvaron y también, en cada situación en la que tuvieron que contener y acompañar ante lo irremediable.

Un año en el que los Bomberos Voluntarios, que no necesitan de una pandemia para decir presente, Defensa Civil que también está disponible en todo momento, las fuerzas de seguridad y también el personal del municipio que fue afectado a diferentes tareas, estuvieron a la altura de lo que la situación exigía, asumiendo un rol que fue fundamental y que no puede menos que valorarse y agradecerse.

Un año en el que los docentes pusieron lo mejor de sí al servicio de mantener el vínculo con sus alumnos mediante la virtualidad, haciendo lo imposible para que el año lectivo no quedara definitivamente perdido.

Un año en el que también Lobos puso en lo más alto ese tesoro que es patrimonio de la ciudad desde siempre: la solidaridad.

Todos los gestos imaginables y muchos más, se fueron sucediendo desde que la pandemia empezó a golpear en el seno de esta comunidad.

Niños, adolescentes, jóvenes, adultos, y también adultos mayores, salieron a dar una mano, a brindar un servicio, a prestar una ayuda, a poner el oído para escuchar y contener.

Orgullosos de la comunidad que tenemos, si hacía falta algo para reafirmarlo, este año dominado por el dolor y la angustia nos lo ha mostrado plenamente.

Quiera Dios que el 2021 nos depare otra realidad, que podamos volver, paulatinamente, a la vida que teníamos, pero aplicando las lecciones que nos dejó este 2020 inédito.

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